domingo, 20 de junio de 2021

CONSEQUENCES

 Estamos hechos de fracasos, me dijo mientras la luz que se filtraba por los huecos de la persiana escaneaba la habitación buscando su piel desnuda para escribir sobre su vientre el mensaje. Somos las consecuencias de las decisiones de otros. Escombros tras la guerra. Daños colaterales. Estoy harto de ser un daño colateral, afirmó con el rostro aun goteando sudor y la mirada perdida en el techo del cuarto. Hace un año, cuando aún no nos conocíamos y nos vimos por primera vez en la terraza de la cafetería, la fuerza que desprendían sus ojos, toda esa firmeza, como fabricada en acero, la seguridad en la voz, me enamoró de tal forma que me fue imposible no caer rendido ante semejante torrente de vida. Hoy, en sus ojos, no quedaba ni rastro de aquella fuerza, en lugar del acero, se vislumbraba un lago calmo y quedo en mitad de una noche solitaria. Agarré su mano, pegando mi cuerpo al suyo, tratando de contener el desastre que empezaba a desbordarse ya. Aquella lágrima deslizándose por su mejilla.

La luz amarillenta de la mañana, tamizada por la persiana, se mezclaba con el humo de su cigarro aquel día, formando figuras que a ratos eran monstruos, y otras, amables garabatos que se expandían o se anudaban para deshacerse después en susurros tras las sombras del cuarto. Ya nadie fuma en la cama, ni apoya el cenicero en una mesita de noche tan austera que ni siquiera tiene cajón. El pasado verano, cuando todo era sol de mediodía, me llevó a una cala escondida. Ya verás, es como la playa donde Robinson Crusoe pasó su naufragio. Yo era por aquel entonces alguien que necesitaba ser rescatado. Pasamos el día separados del mundo, algo que día tras día se convirtió en rutina. Algo que poco después empecé a sospechar, ocurría por miedo al mundo. Hicimos el amor mientras el sol se agotaba.

Todo va a salir bien. Se me escaparon entre los dientes con toda la vacuidad que les pertenece, las cinco palabras que detonaron el fin. Fui consciente del error nada más apoyar en el paladar la lengua para pronunciar lo que fue una más prolongada de lo normal letra ene. El lago de sus ojos se congeló en aquel instante y clavando la mirada sobre mí me dijo: largo. Nada más. No más miradas, no más gestos, solo largo. No repliqué. Ya lo había dicho antes, somos las consecuencias de las decisiones de los demás y había dictado sentencia. Las heridas que nos infligimos esa y todas las noches anteriores desde el día en que nos conocimos restallaban en cicatrices que ocultamos tras las ropas. Mientras me vestía y cubría los desastres de esta guerra, sobre la cama que fue mi isla, Robinson continuaría lanzando señales de humo durante toda la eternidad.

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