Estoy tirado en el sofá, 36 grados en la calle y creo que
aquí dentro aun más, mi casa es como un horno sin ventilación puesto a máxima
potencia. La televisión habla de incendios incontrolados, debe de haber tres
focos activos en la sierra de Queixa y las llamas, dirigidas por un viento
terrible arrasan todo a su paso o eso oigo decir a la presentadora de las
noticias. Giro la cabeza empapada de sudor hacia mi ventana, nada, ni una sola
hoja se mueve aquí afuera. Si la situación no cambia nadie sabe qué puede ocurrir.
Hablan de tres muertos presas de las llamas mientras entrevistan a una pareja
mayor que se niega a abandonar su hogar a pesar del enorme riesgo que corren.
Instintivamente cambio de canal, nunca he soportado escuchar estos relatos, las
imágenes de bosques ardiendo y casas calcinadas me resultan tremendamente
dolorosas. El vaso de agua fría que me traje de la cocina hará media hora para
refrescarme se me antoja grotesco, así no se puede apagar un incendio, el fuego
parará cuando no tenga nada más quemar. Afortunadamente están dando
"Modern Family" en otra cadena, detengo ahí mi zapping a pesar de que
el capítulo ya lo he visto antes.
He vuelto a quedarme dormido, de esto me doy cuenta
porque el canal que dejé puesto para ver la serie emite un concurso que así,
nada más despertado de un sofocante letargo, no llego a comprender del todo.
Una presentadora rubia introduce a un concursante en una especie de urna para
recibir órdenes de una computadora gigante que emite imágenes de lo que creo
es la explicación de la prueba que debe completar correctamente y en menos de
60 segundos para poder acceder a la siguiente fase. ¿Y qué cojones es la
siguiente fase? que pena que hayan acabado las olimpiadas. Me levanto del sofá
no sin esfuerzo, necesito una ducha. Salir a la calle está totalmente
descartado, son las 5 de la tarde y el calor no disminuye. Estoy solo y para
colmo no me puedo quitar de la cabeza la noticia del incendio, las imágenes de
las llamas y las lágrimas de la pareja que no quería dejar su casa vuelven por
momentos a ocupar mis pensamientos. Me pregunto si a estas horas seguirán allí.
Ya no queda nada frio en la nevera que pueda beber y
pienso sinceramente en introducir dentro de la jarra de agua algo que tenga en
el congelador y que pueda caber dentro, una cola de merluza por ejemplo. Algo
hará.
Cuando salgo de la ducha el termómetro marca 38 grados.
En este tipo de situaciones, cuando el calor aprieta tan fuerte, es
indispensable realizar el menor número de esfuerzos posibles y eso incluye
pensar por lo que, por segunda vez hoy, logro apartar de mi cabeza la puta
noticia del incendio a pesar de que este calor asfixiante no ayuda a crear un
ambiente propicio para nada que no tenga que ver con ese infierno. Decido
volver al sofá y pasar el resto de la tarde en él, eso sí, con la tele apagada, no quiero ver la televisión y que al final del día, tras una dosis
mayor de la habitual de programas insulsos y series vacías, llegue de nuevo el
telediario y abra con la noticia de que dos abuelos han perecido dentro de su
casa pasto de las llamas y no poder evitar llorar desconsoladamente, ¡me
niego!. La oscuridad de mi salón con la persiana bajada del todo, será durante
lo que queda de tarde mi refugio hasta que llegue de nuevo la noche, el calor
afloje y pueda bajar al bar. Me da igual a cual, sé que no habrá nadie
conocido, no en esta época del año cuando todos se mudan a la costa.
Seguramente termine aquí, enfrente de mi casa, hoy no me apetece andar y el bar
no está mal del todo, luces bajas y poca gente. Tal vez con un poco de suerte
olvide por un rato que es verano.