jueves, 23 de junio de 2011

El puente


Hace más de un año que se marchó sin una lagrima que asomara a sus ojos, solo el reproche dibujado en un suspiro que intentaba escapar para no morir en las entrañas y que, a modo de despedida, me rozó la mejilla para abandonarme en el mismo lugar en el que ahora otro suspiro prueba en vano a encontrar su eco. Sobre el puente, este puente en el que la vi por última vez. El paso que dirige a la estación, donde tablones luminosos anuncian que su tren ya no la traerá de vuelta, que es inútil la espera.

Cada noche regreso solo al puente y me detengo allí a contemplar el agua que desciende silenciosa. Derrotado, vuelvo a preguntarme, rogándole al río la anestésica respuesta. ¿Pensará aun en mí? ¿Qué importancia tiene ahora todo esto, qué creo que tendría que ocurrir, porqué insisto en esta tortura?

Durante un momento la imagino entre la gente, mirándome sonrojada, pero nunca sabrá que la busco todos los días. Ya no tiene importancia, aun así cada día camino durante una hora para llegar al puente, nexo que une la estación y la ciudad, y que hace un año nos separó. Regreso a casa en el silencio de la noche, cuando ya todos vuelven recogidos en su tren. Recorro el lecho adormilado del río dejando atrás el puente y, a menudo vuelvo la mirada hacia él.

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