Mientras me preparo la comida, el
telediario anuncia que un trozo de hielo inmenso se ha desprendido de
la Antártida y que aquí, se quema Portugal. Otro récord de
temperatura. Imágenes de muchedumbre en las playas, calles vacías.
Aliño la ensalada y mientras como, ojeo algunas fotos colgadas en
Instagram. Pies en la arena en primer plano sobre un fondo de mar
azul venden libertad. Rostros llenos de felicidad, #lovethesummer,
puestas de sol de ensueño. Tu me enseñaste a desconfiar del
verano. -Bajo su careta, tras los millones de fotos y cuerpos
bronceados, detrás de la sensación de libertad, detrás de tantas
sonrisas, se esconde el vacío. Un vacío tapado con imágenes. Tú
sonríes en mis recuerdos y Facebook se ha convertido en un
escaparate comercial. Facebook no es más que una guía de autoayuda. -Y nosotros sacamos más fotos, para tapar el agujero y calmar
nuestra ansiedad. No queremos asomarnos al precipicio, enfrentarnos a
la terrible verdad, al absurdo. Nos limitamos a seguir avanzando,
constantes, ilusos, febriles, drogados. Ansiosos de ilusiones y
espejismos. Aun sabiendo que no es posible la Dolce Vita, que los
viajes soñados son solo Prozac.
Hoy aún hace más calor que ayer.
Pienso en los días que me quedan para poder volver. Pienso también
en los veranos que pasamos juntos, en todas las ciudades que
visitamos. Los viajes, los cigarros en el balcón cuando llegaba la
noche y esa risa que se te escapaba de vez en cuando entre calada y
calada. Las fotos perfectas, las playas desiertas, nuestras miradas
cómplices y aquella vez en Cadaques cuando me dijiste que sería la
última vez. Que no querías volver.
Pero yo necesito mi dosis, preparar la maleta.
Disfrutar otra vez del verano, sentir ese #lovethesummer aunque no
sea real.
No hay comentarios:
Publicar un comentario