sábado, 7 de enero de 2012

Cuento de navidad (a posteriori)


Desperté inmovilizado, entre nauseas, bolsas de suero y lo que supuse eran medicamentos y estabilizadores. Una enfermera se acercó y me preguntó si estaba consciente, si podía hablar, respondí con un suspiro mientras asentía con la cabeza. "¿Dónde estoy?" acerté a decir, a lo que ella me contestó que en el hospital, que intentara descansar, aun estaba muy débil luego me explicarían todo cuando tuviera más fuerzas. Cerré los ojos de nuevo y me dormí profundamente. Cuando volví a despertar veinticuatro horas después me encontraba aturdido, me había pasado en coma ocho días según me explicaron los médicos. No recordaba nada.

Me explicaron que el 21 de diciembre ingresé en estado comatoso con un traumatismo craneoencefálico consecuencia de un accidente de coche ocurrido hacia las 18 horas de ese día por colisión frontal con otro vehículo en el que viajaba una pareja que según me dijeron después no había logrado sobrevivir, yo viajaba solo. No se conocían aun las causas del accidente, la policía estaba investigando para tratar de esclarecer lo ocurrido.

El día 7 de enero me dieron el alta. Cuando llegué a casa, subiendo en el ascensor coincidí con mi vecino del sexto, un octogenario de carácter afable y un poco cotilla que volvía a casa de pasear a su dogo Lucy. Me preguntó que tal había pasado estas fechas, si bien o en familia, una gracieta  que suele repetir todos los años y a la que generalmente suelo responder con una sonrisa y su consiguiente bien gracias, muy tranquilos ¿y usted?

Es difícil contagiarte del espíritu, alegre y fraternal que se le suponen a estas fechas cuando pasas las navidades en coma, pero pude responderle con un falso como de costumbre. Él salió en su piso y me deseó un feliz año nuevo. Es extraño, incluso perverso después de lo ocurrido devolver este banal deseo como si tuviera algún sentido, sin embargo, salió automáticamente de mi boca como las balas de una ametralladora. "Usted también tenga un feliz año".